vigésimo tercer desahogo o la desilusión del canto de una moneda

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Escribía cuentos. O verdades. Tal era la calidad del lector. Mas se me arruinó el espíritu, ante el vacío de mis palabras, como a David seguramente.

Presentarse ¿de qué manera? ¿Por qué odian tanto? La Ceguera que ilumina al mundo, como el sexo sin sentido; la órbita, tal vez, ante tanto poder, asustada por tantas riquezas, varíe su rumbo y…

… y todo sea distinto. ¿De qué forma si no?


A pesar del pesar de millones de almas, todo sigue igual.

Así que los locos, pocos, sin inmunizar, cuidémonos de ser contagiados: el dolor que causan es tan fuerte.

O morirá el mundo y con él también su enfermedad.

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