trigésimo quinto desahogo por una revelación

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En hora punta:
Quiero ser cada uno de vosotros. Y sentir como yo siento todos vuestros padecimientos. Y gozar como yo gozo todas vuestras dichas. Quiero compartirlo, quiero serlo todo.


Pensaba en ello, mientras viajaba.
El negocio de dios: una opresión liberticida. Por eso quiero ser cada uno de vosotros, sería el mejor regalo, después de muerto. En vida, un orgasmo infinito. Aún con dolor, a veces.

Melodía en mis oídos, el agua y el frío gris embrutecen el paisaje.
Si somos humanos, habremos de serlo. Si presumimos del don de la humanidad ¿por qué nos importamos tan poco? Viva el akelarre, sugiero. Brindo por la vida y por ti.

El aire es tan cálido gracias al continuo ir y venir de las corrientes empapadas de ADN.
El opresor que descalzo siente la tierra bajo sus pies, por vez primera y Narciso, que encuentra nuevos rostros en las oscuras ventanillas, eran también humanos, ayer.

Al final de este viaje, ahora a pie entre las calles, os doy gracias. Al cruel por enseñarme la compasión, al compasivo por su amor.
Es lo que somos realmente: la ostia de humanos. Es lo que somos: el auténtico DIOS.

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